Tu no te has muerto en la vida

- ¿Cuántas veces he muerto? He perdido la cuenta.
- No lo sé, yo sólo recuerdo mis muertes, y las veces que te he matado, pero el resto es asunto tuyo.
- No te equivoques. Tu no te has muerto en tu vida.

La fórmula

Le resultaba difícil avanzar por aquel sendero empinado. Su extraña habilidad para mover sus músculos a base de resolver ecuaciones matemáticas a veces suponía un fastidio.
No conseguía despejar el valor de su fatiga cuando llegara a la cumbre porque desconocía el desnivel medio del camino.
De todas formas no temía desmayarse, pues en la inconsciencia, algunas variables se le reveleban con fórmulas que para una mente despierta siempre permanecían ocultas.

Posesión

- Definitivamente estoy poseido. Siento como otra presencia se introduce en mi, me aparta, viola mi ser y me consume. Estoy siendo devorado por otra alma, por un espíritu mucho más fuerte que yo.
- Te equivocas, sólo estás siendo soñado por un vivo.
- No recuerdo haber muerto.
- Lo harás cuando seas el protagonista de sus pesadillas.

Luz temporizada

Consiguió alcanzar el rellano antes de que el tramo de escalera se tragase la luz temporizada. Con los dedos acariciando el interruptor hizo acopio de valor mientras esperaba el lapso de oscuridad que precedería a la siguiente carrera.

Encuentros

Cada vez que entra en el bar, Pedro la espía por encima de las hojas del periódico salmón. No quiere un encuentro, es feliz imaginando uno diferente todos los días.
Fátima desayuna siempre sobre las 9. No le gusta el café que ponen pero frecuenta el sitio porque le gusta la forma en que él la vigila. Tiene miedo de que un día decida hablar con ella, porque no quiere que se pierda la magia que da sentido a sus mañanas.

Electronita

Hay miles de millones de moléculas en nuestra célula y un número impensable de éstas en el Organismo conocido.
Nuestro electrón es un punto insignificante en esa inmensidad, y es lógico pensar que no debe ser el único con las condiciones necesarias para albergar vida.

Esquinas inciertas

A la vuelta de cada esquina siempre te espera un mundo incierto y peligroso.
Cada vez que me enfrento a ello, respiro hondo, cierro los ojos, y no los abro hasta que los 90 grados de ladrillo vertical han quedado atrás.